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Las discutidas reinas y reyes olímpicos

Las discutidas reinas y reyes olímpicos ABELARDO OVIEDO

Aunque en ningún documento del Barón Pierre Coubertain reza que, tras la celebración de los Juegos Olímpicos deba nominarse a la reina y al rey de los Juegos Olímpicos, la práctica ha convertido ese ejercicio en algo usual.
La manera de escogerlos ha sido disímil. Desde que el afronorteamericano Jesse Owens alcanzó en 1936 cuatro preseas de oro en varias pruebas del deporte rey, casi siempre el crédito se inclina hacia los exponentes de esa disciplina.
En 1984 el estadounidense Carl Lewis recibió esa distinción por igualar la actuación de su coterráneo; y en los Juegos del Centenario, en 1996, fue Michael Johnson con su doble en 200 y 400 metros.
Todos los que han brillado en el firmamento olímpico merecen una connotación. En Atlanta '96, no sólo el texano Johnson provocó escalofríos en las graderías. Sobre aquel óvalo se produjeron otros tres acontecimientos que también monopolizaron el éxito, la victoria, la fiesta y no debieron minimizarse.
El primero, el resultado en los 100 lisos. Esa fue la carrera más rápida en la historia de la máxima justa cuatrienal. Los 9,84 conseguidos por el canadiense Donovan Bailey provocaron otro guarismo en el libro de récords, tanto olímpico como mundial.
El desenlace en 800 metros fue igualmente colosal. Los cuatro competidores Vebjorn Rodal (NOR), Ezequiel Sepeng (RSA), Fred Onyancha (KEN) y Norberto Téllez (CUB) derribaron el límite establecido por Joaquim Carvalho en Los Ángeles ’84.
Por su parte, la jamaicana Deon Hemmings hizo historia en el estadio olímpico. Pasó con elegancia y soltura las vallas situadas en los cuatro hectómetros y logró imponer plusmarcas en las eliminatorias y semifinales.
En Sydney 2000, tanto en el óvalo, la alberca y en las salas destinadas a la gimnasia artística y a los deportes colectivos, sucedieron colosales actuaciones.
Las Espectaculares Morenas del Caribe lograron su tercer título olímpico consecutivo. Pero fueron escasos los comentarios sobre las cubanas cuya estela será difícil de igualar y superar.
Los voleibolistas yugoslavos alcanzaron el título olímpico. Superaron a rivales como Italia, multicampeón mundial, pese a estar su país sometido a una agresión militar.
La aborigen australiana Cathy Freeman realizó una encomiable carrera en los 400 lisos al adjudicarse 49,11 segundos, uno de los mejores cronos en el panorama olímpico de la especialidad.
Entonces, el nombre del atleta anfitrión Ian Thorpe fue el más difundido. El nadador estuvo de boca en boca debido a sus éxitos, récords mundiales, en 400 metros libres, 4x100 y 4x200 en el mismo estilo.
Transcurrido el tiempo vuelve la pregunta: ¿la cita escenificada en la capital de Nueva Gales del Sur tuvo solamente una reina y un rey?
Ahora regresa a la palestra el tema. En los primeros Juegos Estivales del milenio acontecerán hechos sobresalientes. La elección del monarca y la soberana de la justa pudiera obedecer otra vez a un convencionalismo y no a otros méritos.
Habrá que prepararse. Surgirán de nuevo muchísimas polémicas porque los prismas de observación son disímiles. Las nominaciones, desdichadamente, continuarán enemistadas con la justicia de la Diosa Temis.

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